lunes, 18 de agosto de 2014

El Nivel de Peter: la frontera entre la competencia y la incompetencia

No sé si ustedes –queridos lectores- han notado que muchas personas que van escalando posiciones en una determinada empresa u organización, producto de sus méritos y grados de eficiencia llegan a un nivel en el que el puesto o cargo les queda muy ancho y empiezan a tomar inadecuadas decisiones, y realizar malas o torpes acciones, producto de su incompetencia directiva para lo que supone el cargo; cuando sucede ello se suele decir que éste directivo ha llegado a su “Nivel de Peter” es decir que ha alcanzado su nivel de incompetencia (ya no da para más).

El Nivel o Principio de Peter dice a la letra que: “en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”; ello quiere decir que todos tenemos un límite de competencias para ocupar cargos o posiciones dentro de una línea de carrera hasta que nos topamos con una posición en la cual las cosas nos empiezan a salir mal porque simplemente no tenemos o no contamos con las competencias que la nueva posición jerárquica supone (nadie da lo que no tiene).

El ser incompetente en algo no es malo; es lógico que todos tengamos falencias, limitaciones, defectos o áreas por mejorar en muchos puntos; todos sabemos que de algo siempre cojeamos porque la capacidad de aprender y de aplicar lo que sabemos siempre tiene sus limitaciones; por tanto el problema no es ser incompetente en algo, es natural y hasta normal; pero por si acaso es también superable... ¿cómo? con capacitación frecuente y con actitudes positivas para desarrollar habilidades nuevas.

Hay personas, por ejemplo, que su Nivel de Peter es alto o bajo para la computación, para los idiomas, para la música, para la tecnología, para las finanzas, para la lectura, para la gestión directiva, para el baile; para el canto; es decir, cada uno debe de tener claro hasta dónde llega en cada área del saber humano.

El problema en este tema es cuando uno no es consciente que tiene incompetencias y se cree saberlo todo y estar preparado para ocupar cualquier puesto; la soberbia los ciega y hasta aceptan los nuevos cargos con cierto grado de irresponsabilidad; ser consciente que tenemos debilidades y áreas por mejorar es parte de la madurez directiva que todo profesional honesto debe de mostrar; ya lo decía hace muchos años un sabio filósofo que la verdadera sabiduría consistía en reconocer que tenemos debilidades, incompetencias y defectos, luego en aceptar que las tenemos (con una buena dosis de humildad) y finalmente en superarlas (con actitudes positivas).

Por tanto amigos, estando ad portas a los procesos electorales que se avecinan para alcaldes, regidores, presidentes regionales; pongamos mucha atención en el perfil personal y profesional de los candidatos que aspiran a asumir tan importantes cargos; no vaya a ser que nos llenemos de incompetentes en estos puestos claves de quienes dependen el destino, futuro, progreso y desarrollo de nuestra ciudad y región.