Ocupar y ejercer con eficacia un cargo directivo no es tarea fácil,
requiere y supone que esta persona tenga incorporada y desarrollada ciertas
competencias personales y profesionales que lo distinguen de cualquier otro
profesional en el ámbito de lo que es estrictamente la Dirección de una
organización, empresa, área, departamento o sección.
A veces se cree que el simple uso del criterio, el titulo profesional, los
grados académicos, la experiencia de
vida y el sentido común (que muchas veces es el menos común de los sentidos)
bastan y sobran para ser un buen directivo; esto –hasta cierto punto- es relativo y desde
mi humilde opinión es insuficiente.
Pienso que –como todo en la vida- para ser un buen directivo éste tiene que
preparase y capacitarse debidamente; un directivo no se puede improvisar; le
estaríamos haciendo un tremendo daño a la organización si colocamos a una persona
que no está preparada para el cargo que ocupa; creemos que para elegir a una
persona para un puesto directivo de jerarquía tienen que tomarse en cuenta importantes
y diversos criterios; el costo de equivocarse en ello es muy alto.
Un buen directivo debería de tener competencias estratégicas, competencias
ejecutivas y competencias de liderazgo; para explicarlo de manera sencilla y
resumida explicaré cada una de ellas y adelanto mis disculpas porque lo haré en
un tono bastante coloquial.
Por competencias estratégicas nos referimos a que el directivo debe de ser
capaz de poder producir resultados económicos positivos y rentables de la
unidad que dirige; o en todo caso saber negociar y optimizar los costos o bien reducir
al mínimo la perdida si lo que tiene a su cargo es una unidad que –a pesar que
no es rentable- la organización decide mantenerla en vigencia por un tema
estratégico, político o de conveniencia; está competencia estratégica implica
que el directivo tenga una visión empresarial que supone tener una panorámica
más amplia del efecto económico de sus decisiones; en resumen, apunta hacia la
consecución de al eficacia de la organización.
Por competencias ejecutivas entendemos las que el directivo ejerce en el
afán del desarrollo profesional de las personas que están a su cargo, es decir
en la satisfacción de los motivos intrínsecos de ellos, preocupándose constante
y realmente por el aprendizaje, mejora y desarrollo continuo de sus
colaboradores directos pero con acciones concretas y no solo con buenos deseos;
es decir, sabe pasar de la intención a la acción; un directivo ejecutivo es
aquel que sabe enseñar, que comparte sus experiencias, que sabe forma cuadros
directivos, que sabe descubrir talentos y habilidades entre sus colaboradores y
además tiene la capacidad distintiva de saber ubicar a su personal en el puesto
o cargo en donde éste puede desarrollar al máximo sus potencialidades en el
ámbito de sus competencias profesionales; en síntesis un directivo ejecutivo es
aquel que promueve la atractividad de la organización.
Finalmente por competencias de liderazgo entendemos aquellas relacionadas
con las acciones y actitudes del directivo en saber conducir –de manera directa
o indirecta- a un grupo de personas, hacia un fin bueno, hacia una meta noble,
motivado por conseguir un “propósito” real y necesario para el crecimiento
personal, un fin último; y esto normalmente se consigue de manera explícita con
el trato personal y sincero entre el directivo y sus colaboradores fomentando
la confianza mutua o, de manera implícita con el buen ejemplo y enseñanzas del
directivo a sus colaboradores, siendo éste –se dice- el medio más efectivo de
enseñar, es decir: predicando con buen el ejemplo; el verdadero liderazgo
consiste en servir, en ser útil, en ser una persona con espíritu de darse a los
demás, es decir consiste en estar al servicio de sus colaboradores y no al revés;
a diferencia del ejecutivo -que forma buenos profesionales- un buen líder forma
personas; desarrolla y promueve en ellos virtudes humanas fundamentadas en un
compromiso ético de su actuar, sabiendo tratar bien a las personas; en
conclusión un directivo líder es quien fomenta la unidad en la organización.
Estas vienen a ser las dimensiones que debería de tener –en alto grado- un
buen directivo y precisamente son estas competencias (ser estratega, ser
ejecutivo y ser líder) las que sirven de fundamento para desarrollar nuevos proyectos,
nuevas tareas que vayan en beneficio de la unidad que dirigen o también para
saber resolver con criterio y acierto los distintos problemas y conflictos
humanos que se dan en la organización, problemas que a menudo se convierten en
el día a día en las distintas áreas de una empresa; recordemos que a fin de
cuentas dirigir una organización se centra en dirigir personas y ello implica
formar personas, y no hay mejor modo de formar personas que saber direccionar
sus motivos prioritarios de actuación hacia los trascendentes, es decir hacia
el servicio a los demás y a querer siempre el crecimiento y desarrollo del otro
agente que interactúa en mi acción.